Venden a sus hijos por desesperación en Afganistán
Con la vuelta de los talibanes al poder y la sequía, la crisis social y económica de Afganistán se profundizó y en los asentamientos padres están vendiendo a sus hijos para poder darle de comer a sus familias.
Hace meses que no se les paga a los empleados estatales y la desnutrición acecha a los más vulnerables, y los grupos de ayuda humanitaria denuncian que más de la mitad de la población enfrenta una aguda escasez de alimentos.
“Día a día, la situación se deteriora en este país, y los niños son los que más están sufriendo. Me rompe el corazón ver que las familias están dispuestas a vender a sus hijos para alimentar a otros miembros de la familia”, dijo Asuntha Charles, directora nacional de la organización World Vision en Afganistán, que administra una clínica de salud para personas desplazadas cerca de la ciudad occidental de Herat.
Organizar matrimonios para niñas es una práctica común en la región. Allí la familia del novio paga una suma de dinero para cerrar el trato, y la niña, generalmente, se queda con sus padres hasta que cumple 15 años cuando se concreta el casamiento, pero por la crisis algunos dicen que permitirían que los futuros novios se lleven a sus hijas pequeñas. Otras familias intentan vender a sus hijos varones para poder acceder a una alimentación básica.
En el caso de la familia de Gul, su marido vendió a su hija sin avisarle, es por esto que ella resiste y amenazó con suicidarse si le quitan a Qandi.
“Cuando mi esposo me dijo que había vendido a Qandi mi corazón dejó de latir. Deseaba haber muerto en ese momento”, manifestó la mujer, con Qandi a su lado mirando tímidamente tapada por un pañuelo azul cielo. “Cada vez que recuerdo esa noche… me muero y vuelvo a la vida”.
Su esposo justificó la acción manifestando que lo hizo para salvar a los demás, “Morir fue mucho mejor que lo que has hecho”, le subrayó ella.
Ante esta situación, Gul reunió a su hermano y a los ancianos de la aldea y logró conseguir un “divorcio” para Qandi, con la condición de devolver los 100.000 afganis, unos 1.000 dólares, que habían pagado por su hija. Pero ella no cuenta con ese dinero. Por el revuelo, su esposo huyó por temor a que Gul lo denunciara a las autoridades, ya que el gobierno talibán prohibió recientemente los matrimonios forzados.
La mujer expresa que no está segura por cuánto tiempo podrá defenderse de la familia del futuro novio de Qandi, un hombre de alrededor de 21 años. “Estoy tan desesperada. Si no puedo conseguir la plata para pagarle a estas personas, y así mantener a mi hija conmigo, he dicho que me suicidaré”, pero luego piensa en sus otros hijos y se lamenta: “¿Qué pasará con ellos? ¿Quién los alimentará?”. El mayor de sus hijos tiene 12 años y el menor, el sexto, solo dos meses.
En otra parte del campamento, Hamid Abdullah, padre de cuatro hijos, también estaba vendiendo a sus hijas pequeñas para matrimonios concertados, desesperado por obtener dinero para tratar a su esposa, que sufre una enfermedad crónica y, además, está esperando a su quinto hijo.
Él había concertado un matrimonio para su hija mayor, para solventar el tratamiento de sus esposa pero ahora no puede devolver el dinero. “No tenemos comida y no puedo pagar el médico de su esposa”, expresó.
Estas dramáticas historias se repiten todos los días en los asentamientos de Afganistán, donde la gran mayoría de los menores de 5 años sufren desnutrición aguda. Por este motivo, desde la organización World Vision para Afganistán piden desesperadamente fondos para ayuda humanitaria.
Fuente: Minuto Uno