Juicio al filicida del barrio Autonomía: El tribunal selló el destino de Torres Murad con prisión perpetua por el asesinato de Samir
El pequeño Samir quizá descansa en paz desde anoche. Un tribunal condenó a su padre y verdugo a prisión perpetua, dos años y medio después de que lo asesinara de 12 puñaladas, mientras dormía en su casa del Bº Autonomía.
Antes de las 22.30, los vocales Julio David Alegre Paz, Luis Eduardo Achával y Fernando Viaña enviaron a Germán Adolfo Torres Murad a su nuevo hábitat: la cárcel de Alsina 850.
Después de dos meses de juicio, el individuo agachó la cabeza y se fue en silencio. Atrás quedaron los alegatos del fiscal, Rubén Alfonzo, y la defensora oficial, Claudia Luna.
La batalla, de uno y otro
El primero, bregó para que el tribunal sellase el destino del filicida con la pena máxima fijada por el Código Penal. Imposible esquivar su seguro destino de prisión a los cargos: “Homicidio calificado por el vínculo, alevosía y ensañamiento, y propósito de causar sufrimiento a una persona con la cual ha mantenido o mantiene una relación (Homicidio Transversal), en perjuicio de su hijo de tres años”.
En tanto, la defensa pidió que sea condenado a 18 años de prisión, pero invocó “circunstancias extraordinarias de atenuación”.
Al desandarse la historia de Samir, solo emergen lágrimas y un interrogante difícil de ser respondido: ¿Por qué mató al hijo? Desquiciado en su relación rota con su ex pareja, madre del niño, Torres Murad la mañana del 1 de diciembre del 2020 ingresó a su habitación.
El pequeño dormía, para siempre. En su mundo afiebrado, con las 12 puñaladas, Torres Murad quizá castigó a su ex pareja, ya que 24 horas atrás le había informado que se llevaba al niño, junto a sus otros hermanitos, ya que se irían del Autonomía para alquilar en otro barrio.
Las audiencias del debate dejaron en claro que durante años, los excesos minaron la cordura en Torres Murad, pero sin rayar o bordear la inimputabilidad. Al declarar ambiguamente, dijo que no recuerda lo sucedido; que pudo haber estado drogado y que tal vez quiso suicidarse y llevárselo con él.
Reconoció que consumía cocaína en exceso; que la relación con su ex estaba hecha añicos; y divagó con que tal vez la pérdida de su trabajo, adicciones y desamor terminaron doblegándolo al hastío absoluto y las consecuencias las pagó Samir con su vida.
El alto cuerpo oralizó anoche los fundamentos de la condena, dictada en disidencia
El tribunal brindó los fundamentos de la pena dictada a Torres Murad. El veredicto fue dictado en disidencia. Aún cuando la pena fue compartida en forma unánime, en la calificativa los vocales Luis Achával y Fernando Viaña votaron por las figuras “… agravado por el vínculo y alevosía”.
Por el contrario, a criterio de Julio David Alegre Paz, Torres Murad debía ser condenado solo por “el vínculo”. Alegre Paz también descartó las circunstancias extraordinarias de atenuación invocadas por la defensa.
Antes de la medianoche, el tribunal explicó el porqué de la condena y subrayó atentamente los detalles. Con Torres Murad en prisión termina una historia triste para todos los integrantes de la familia, pero nada comparado con la temprana partida, por asesinato, del pequeño Samir.
Una mañana de sangre y locura que lo pagó el niño
El filicida nunca reflejó arrepentimiento. Externamente, destiló la imagen de un hombre carente de paz, molesto hasta consigo mismo. Hacía un año y medio que Torres Murad recibió a Samir a su cargo, a su casa de calle Borges al 600, junto a su madre, Margarita Murad (75) y su hermano, Fernando Ariel Torres Murad.
La noche anterior, la familia no durmió porque la casa habría sido fumigada. En la mañana, Torres Murad llevó a dormir a su habitación al niño. Al atacarlo, previo cubrirle la boca, o dormirlo, segó su vida con un cuchillo tipo carnicero. Cerca de las 13 despertó a su hermano a los gritos y dijo que mató a su hijo. Le dio un cuchillo sierrita y gritó: “Matame, dale matame”. El hermano corrió y vio el cuerpo del sobrino inerte y llamó a la policía, a dos cuadras de su casa. Ahí nomás, el sujeto intentó suicidarse acuchillándose en el cuello, brazos, pecho y a la altura de la muñeca. Cuando los policías lo esposaron y lo retiraron de la casa, Torres Murad esbozó una última mirada hacia el interior y leyó en una de las paredes una leyenda por él escrita y con sangre del niño: “Perdonen, los amo”. Los policías secuestraron, dos cuchillos, uno carnicero y otro sierrita y un martillo manchado con sangre.