La dramática historia de una mujer que estuvo cautiva por su pareja durante 23 años
El hombre la amenazó en varias oportunidades y ella hasta intentó quitarse la vida. “Esta persona en ningún momento salió del Sanatorio Mapaci, donde estaba internada”, explicó María Eugenia sobre el centro médico de la ciudad de Rosario, Santa Fe.
“Me obliga a firmar el alta. Ese día llego a mi casa, con mi familia, gracias a Dios él se fue. Al otro día llama diciendo que venía a armar un lío a mi casa, que sabía el horario en que llegaba mi papá del trabajo, salí a frenarlo. Este hombre para la moto, se baja y me agarra de los pelos y me lleva a trompadas a mi casa, entra”, relató Eugenia.
El hombre golpeó a Eugenia y amenazó con matar a quienes estaban en su casa, desde su madre, su tía y una empleada hasta tres menores de edad, entre ellos el hijo de la joven, que en ese entonces tenía dos años.
La hermana de Eugenia logró expulsar al violento y llamar a la Policía, pero “él es muy conocido de las personas que venían a hacer el procedimiento” porque jugaba a la pelota con uno de ellos, señaló la mujer.
“Nos cargan en el patrullero a mí, a él y a mi mamá, y terminamos todos en la seccional. No recuerdo si en el otro patrullero iban mi hermana y mi tía, o la señora que nos ayudaba en mi casa, Mabel, que decidió agarrar a los tres chiquitos y pasarlos por la terraza a lo de un vecino”, señaló.
El accionar de la Policía en Rosario fue por demás lastimoso, según da cuenta la joven.
“No entiendo por qué me detienen, si las denuncias eran contra él. Nos llevan a otro cuarto donde lo saluda un policía que le dice ‘hola Gringo, qué hacés otra vez en un quil…’, y él le dice ‘cuánto necesitás para arreglar todo esto’. Saca de su bolsillo $ 50, era el año 1996. El policía nos dice que sí o sí lo tiene que fichar pero que nos va a fichar al revés: mis huellas con su nombre y las de él con el mío, y que no se haga problema porque la denuncia no iba a pasar a Tribunales“, reveló.
“Gringo, llevate a la piba que cuando la familia te levante la denuncia no pasa más nada, ya está todo arreglado“, le dijo el policía al “Gringo” en la seccional de Rosario donde Eugenia intentó pedir auxilio.
“Ya al ver semejante acto de corrupción a quién le podía pedir ayuda ahí adentro, porque él tenía un trato con la gente de la Policía como si fuesen sus mejores amigos”, dijo este jueves Eugenia.
“Me voy con él y ahí empezó el calvario de estos 23 años. Llego a su casa y él me encierra en una pieza que tiene (en el piso de) arriba“, expresó Eugenia.
Eugenia estuvo tres días encerrada en esa habitación, hasta que el hombre le preguntó a quién quería más, si a su mamá o a su papá y le presentó una nota.
“Yo le dije que yo amo a mi familia, que son los dos iguales. Y resuelve diciéndome que las hijas mujeres tiran para el padre y los varones para la madre, y que yo iba a tener que hablar por teléfono a mi casa, preguntar por mi papá y decir lo que decía en el papel: ‘Papi, levantá la denuncia porque yo no vuelvo. Si no levantás la denuncia no vuelvo a ver a mi hijo, no los veo nunca más’. Llamaba a mi casa y cortaba o insultaba si atendían mi mamá o mi hermana. Hasta que alguno accedía y me pasaba a mi papá”.
Era cortar el teléfono que el “Gringo” volvía a golpear a Eugenia. Durante 15 días, al ver que la familia no levantaba la denuncia en su contra, el hombre arrastró a Eugenia hasta debajo de un tanque de agua, la golpeó de manera brutal y le recriminó que por ella tenía “problemas”. Luego la llevó de nuevo a la habitación y le cortó el pelo “a mechones”.
Después le dio una toalla y un Lexotanil “para que no llorara tanto”, y la rapó para que nadie la reconociera, “porque él no quería tener problemas”, recordó la joven. También le dio su ropa para hacerla pasar “por hombre”.
“He sufrido violaciones físicas y mentales. Me ha tocado tener sexo encadenada o con una bolsa en la cabeza, nunca lo podía mirar a la cara. Me tapaba con una almohada, me llamaba por otro nombre, el de su primer mujer”, relató.
Al principio era una pesadilla, pero “con el correr de los días te das cuenta de que es la realidad que te toca”, agregó la mujer, que fue víctima de violencia de género y humillada “de todas las maneras posibles”.
Las ventanas de la habitación estaban tapadas. Eugenia podía bajar a bañarse o comer algo cuando estaba la madre del “Gringo”, que a su vez pasaba largas horas afuera de su casa.
El abogado de la familia de Eugenia intentó presionar para encontrarla, pero tuvo que retirarse del caso porque su propia familia recibió amenazas de muerte. Los parientes de la joven entendieron que “era una situación muy difícil”.
El padre de Eugenia tiró una carta por semana a la casa del “Gringo”. Ninguna llegó a manos de la joven, pero ella encontró una entre las cosas de la madre del “Gringo” cuando la mujer murió y hubo que ordenar sus posesiones.
“Fui un perrito adiestrado durante 23 años para no ser castigado”, expresó Eugenia, que durante ese tiempo pensó que el abuso sexual y físico “era el costo que tenía que pagar para que no le pase nada a mi familia”
El “Gringo” seguía de cerca los movimientos de los familiares de Eugenia. Para no despertar sospechas la llevaba a votar bien temprano a la mañana, “me esperaba con el gendarme en la puerta. Tenía miedo de hablar con la Policía por el primer suceso que me pasó. Pensaba que podía ser peor“.
Eugenia recuperó su DNI de casualidad en las últimas elecciones, cuando lo escondió entre sus zapatillas. La oportunidad de escapar llegó un día en que, acuciado por la necesidad de ir al baño, el hombre la encerró en el patio de la casa pero no puso candados en la puerta de calle.
Mientras él aprovechaba para afeitarse la cabeza y la barba a las 17, ella buscó un monedero y uno de los celulares con el que le habían pagado su trabajo como mecánico de motos y llegó hasta la vereda. Por primera vez en 23 años, sin supervisión.
“Con el corazón en la boca, sintiendo que me mataban, corrí hasta Boulevard Seguí. Me escondí detrás de un volquete para que los vecinos no le dijeran ‘se escapó tu mujer’. Los vecinos han visto que me partió una escoba en el brazo, pero la gente no se involucraba por el miedo. Me tomé un taxi y no sabía hasta dónde podía ir con $ 640”, recordó. Era 2019.
Eugenia logró llegar a una estación de servicio. Usó la cabina de locutorio para llamar a la casa de su madre, pero no la encontró, y tampoco logró ubicarla a través de los tres vecinos a quienes contactó porque encontró sus números en una guía de teléfono.
La joven incluso apeló a la escuela donde su madre se había jubilado como maestra en un intento de que le dieran información pero le pidieron que llamara al día siguiente. El último recurso fue usar una cuenta de Facebook de su captor para buscar a sus familiares, vecinos, y la madrina de su hijo.
Sin lograr resultados por esa vía, Eugenia volvió a la guía de teléfonos y encontró el de una tía prima hermana de su padre, quien finalmente la atendió: “Euge, entiendo tu situación pero no te puedo recibir en mi casa porque mi marido se está cortando y tengo familia esperando que pase eso. Fijate cómo estás vos”, fue la respuesta de la mujer.
A pesar de las súplicas de Eugenia, que le anticipaba el terrible final que tendría si el hombre la encontraba, su tía le sugirió que tomara un taxi para ir a lo de otra tía, Fabi, con la explicación de que “si para la noche estás muerta, y te matan dentro de 10 minutos, por lo menos lo intentaste”.
“Llegué a la casa de mi tía Fabi y fue como volver 23 años atrás como me recibieron, me cebaron un mate, me abrazaron, sentí que estaba intacto ese apoyo de familia. Mi hermana vive en otra provincia. Mi mamá estaba operada del corazón, también viviendo en otra provincia. Mi papá falleció, desgraciadamente, es un dolor que voy a llevar toda la vida. Mi reencuentro con mi hijo… Dejar a un bebé de dos años y encontrarte con un chico de 25“, relató.
“Mi familia denunció mi desaparición, hizo todo lo que tenía que hacer en el ámbito legal pero nunca pudieron rescatarme, creo que por las extorciones, amenazas y contactos de este hombre”, aseguró la mujer, que vivió en Casa Amiga de Rosario mientras se resolvían las cuestiones sobre su seguridad y su bienestar mental.
Eugenia espera ahora que haya un juicio contra el hombre. La Policía de Santa Fe allanó el domicilio del acusado y detuvo al “Gringo” y a su padre, que también estaba al tanto del calvario que vivía la mujer.
Mientras Eugenia estaba en el refugio el hombre amenazó a los vecinos de la antigua casa familiar, intentó amedrentar a la tía que le dio refugio y a otros allegados, pero nunca volvió a acercarse a la víctima.
Eugenia destacó el trabajo de la fiscalía de Rosario que investiga ahora el caso pero vive en otra provincia y prefirió no dar la cara por temor a las represalias en caso de que alguien la reconozca.