Scioli, Cristina, Massa: la política, o el arte de tragar sapos sin hacer gestos

Por Silvia Fesquet
Para Clarín

Cuenta la leyenda que hay que buscar en la Edad Media el origen de la frase. Por aquel entonces, sapos y culebras eran considerados la representación animal del demonio y tragarse un sapo significaba, nada más ni nada menos, que tener a Lucifer dentro del cuerpo. Muchos han aplicado la expresión a la política, convirtiendo casi en sinónimos una cosa y la otra. Aunque algunos se la atribuyen al escritor Carlos Fuentes, parece ser el ex presidente mexicano Adolfo Ruiz Cortines quien allá por los años 50 del siglo pasado redondeó y completó la definición: “La política -dijo- es el arte de tragar sapos sin hacer gestos”.

Que lo diga si no Daniel Scioli. Después de haber jurado y perjurado que nada ni nadie lo haría desistir de competir en las PASO por la candidatura presidencial del oficialismo, el dedo de Cristina Kirchner y el dedito de Alberto Fernández terminaron pulverizando sus aspiraciones. Como si la humillación no hubiera sido suficiente -el concepto de lealtad en el kirchnerismo parece no tener fondo, y es difícil establecer el límite entre la lealtad y la obsecuencia- el embajador en Brasil y flamante ex precandidato a la Rosada debió deglutir otro sapo, en su estilo, sin hacer gestos.

Fue así como en una maniobra casi obscena de marketing político – ¿destinada a estas alturas a engañar a quién?- y después de una reunión que ambos mantuvieron el día anterior con la vicepresidenta, Scioli y el recién designado candidato por Unión por la Patria y en simultáneo ministro de Economía, Sergio Massa, protagonizaron un “espontáneo” encuentro, anticipado por Cristina, tendiente a demostrar la unidad del espacio, sin vencedores ni vencidos. Todo muy, muy creíble.

Exudando naturalidad y buena onda -como cualquiera podrá imaginarse- Massa recibió a Scioli en la explanada del Ministerio, a la vista de todos y, sobre todo, de los fotógrafos, con un “¿Qué hacés, papá?”. “Un gusto verte”, fue la réplica del precandidato que no llegó a ser, para fundirse en un abrazo y mantener una reunión de una hora y cuarto. Ahora Massa anunció que le ofrecía un cargo ad honorem: Asesor Especial para la Agenda Internacional del Ministerio.

No es el primer sapo que se traga Scioli sin hacer gestos. Tiene un largo historial con Cristina. En diciembre de 2005, en pleno debate en el Senado por el Presupuesto 2006, la entonces senadora acusó a Scioli, vicepresidente de la Nación en aquel momento, de haber montado una operación de prensa en su contra y desmintió que hubiera pedido integrar la Comisión de Justicia para desplazar al senador socialista Rubén Giustiniani. Siete años después, ya ella al mando en la Casa Rosada y él en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, lo retó varias veces por cadena nacional, exhortándolo a “trabajar, gestionar”, sin demorarse en “operaciones” para, días más tarde, criticar su gestión y enrostrarle “ Hay que ver cómo están los números, todos tendrían que gestionar como lo hace esta Presidenta”. Hubo muchos otros momentos de destrato memorable, pero para muestra bastan algunos botones.

También deglutió algún batracio de parte de la mujer de Massa, Malena Galmarini. Había fracasado -por decisión de Scioli– la idea de que el tigrense se presentara como candidato a gobernador bonaerense acompañando la candidatura presidencial sciolista en 2015. En la propiedad familiar de los Massa, ya candidato opositor, se registró un robo, y a raíz de eso hubo fuertes cruces entre Massa y el entonces gobernador Scioli, que un día se cruzó con Malena en un estudio de televisión. Al “¿Cómo estás, Male?”, le siguió una respuesta lapidaria: “Con vos todo mal, pedazo de forro”.

Claro que si de tragar sapos se trata, en el inclusivo Unión por la Patria hubo para todos y todas. Empezando por la propia Cristina y su decisión de bajar de un plumazo a su candidato preferido Wado de Pedro para encumbrar a Sergio Massa. Aunque a casi nadie le importe, con el pragmatismo y la ambición -según corresponda- elevados a la enésima potencia como guías y rectores, ahí están los archivos, que no mienten ni dejan mentir.

“Hay que embocarlo al hijo de puta de Sergio Massa”, le decía Cristina a su fiel escudero Oscar Parrilli, según unas escuchas que trascendieron en 2017. Era a raíz de las denuncias por corrupción que la entonces diputada Margarita Stolbizer motorizaba contra la viuda de Kirchner, quien suponía que detrás de Stolbizer estaba la mano del también diputado Massa.

No hay que olvidar tampoco que fue el propio líder del Frente Renovador quien terminó con el sueño de “Cristina eterna”, al impedir que fuera por la re relección, alineado con el PRO para ganar las elecciones legislativas de 2013. Fue el mismo que dijo años más tarde, criticando los fueros, que la actual vice “debería estar presa”. Pero todo eso fue altri tempi.Ya lo decía Sir Francis Bacon: “Es muy difícil hacer compatibles la política con la moral”.

El pragmatismo gana la partida: no queriendo arriesgarse a pagar el costo de una derrota, Cristina Kirchner agita el fantasma de una proscripción inexistente. Sabe de sobra que, de querer presentarse, nada se lo impediría.

Nacido en 1584, el diplomático y escritor español Diego de Saavedra Fajardo afirmaba que “todo el estudio de los políticos se emplea en cubrirle el rostro a la mentira para que parezca verdad, disimulando el engaño y disfrazando los designios”. Tal vez sea exagerado sostener que ocurre en todos los casos. Pero en algunos se aplica como si no hubieran pasado los siglos.