Con el consentimiento de la madre, violaba a dos hermanas de 13 y 15 años; embarazó a la menor

Con el consentimiento de la madre de las víctimas, un vecino de Pampa de los Guanacos, Copo, habría vejado a dos hermanas adolescentes, a una de las cuales embarazó, de 13 años, con la fachada de contratarlas para que le limpiasen el piso y le lavasen la ropa.

Los capítulos más decadentes de la pesadilla sexual de las dos hermanas son ventiladas desde ayer, a puertas cerradas, y la pareja enfrenta las consecuencias de sus acciones.

El tribunal está conformado por los vocales, Julio David Alegre Paz, Juan Carlos Storniolo y Raúl Santucho. Los fiscales son Gabriel Gómez y Santiago Bridoux.

En el banquillo, la mujer está imputada por “abuso sexual con acceso carnal en grado de partícipe necesario”. En tanto, el vecino por “abuso sexual con acceso carnal reiterado”, con el agravante que la menor de 13 fue mamá y el ADN confirmó la paternidad del imputado.

2017 y 2020, negros

Todo comenzó en el 2017. Un vecino denunció que la mujer se prostituía entre los camioneros, pero la presentación no prosperó. El 10 de septiembre de 2020 su propia hija mayor (de 17 años) la delató. Y acusó de entregarlas a sus hermanas para que las violase el vecino, previo pago de una jugosa retribución.

Es así como los fiscales volvieron a la carga y afectaron a un equipo policial. Éste determinó, rápido, que la hoy imputada forzaba a sus dos hijas a “trabajar” como domésticas para el vecino “generoso” del bolsillo.

Sin que las menores dimensionaran lo torcido del contrato, la madre “hacía caja” con sus cuerpos. A cambio, el vecino las encerraba, elegía a quien deseaba y las ultrajaba a gusto y placer. Después, se jactaba en charlas con sus amigos.

Cuando las pruebas fueron contundentes, Gómez y Bridoux le “aguaron” las vejaciones y el vecino fue enviado a un lógico encierro. Para entonces, la menor de 13 cursaba un embarazo y fue mamá. El ADN hizo el resto, por decantación, al confirmar que el imputado es el padre.

Ante semejante brete se encuentran los dos “socios”. Ella respira por un atisbo esperanzador, ya que sus hijas no quieren acusarla. El panorama del vecino es drásticamente opuesto. Fue acusado por las víctimas y el ADN no posibilita duda u objeción alguna.